skip to main |
skip to sidebar
No puede ser, te dices. Es imposible, piensas. Sin embargo, cada minuto que transcurre convierte tus sospechas en certezas y te encuentras desandando pasos sobre los que juraste no volver a transitar y cuyas huellas, aún frescas, todavía reflejan evidencias de alguna caída inoportuna. Esta vez las señales están claras, no podrás alegar ignorancia. Brillantes flechas, símbolos parpadeantes y hasta pequeñas descargas eléctricas te recuerdan en cada pisada lo inadecuado de tus actos. Si aprietas los ojos, incluso, puedes observar a lo lejos el muro que aguarda impaciente a modo de meta volante. Pero todo eso ya da igual porque hace días que tu cerebro y tu cuerpo vuelven a caminar disociados, como en sus mejores peores tiempos. La ley del deseo ha ganado su pulso y esta vez tu tendencia autodestructiva se lo ha puesto demasiado en bandeja. La tormenta perfecta de nuevo desatada a golpe de ratón. Prepárense, lo del volcán se va a quedar en nada.
"Se que te sientes tan solo que te duele,se que no te gusta la gente, se que tomas demasiados cafés, se que piensas que la vida está pasando a tu lado y no sabes exactamente cómo y se que te has obligado a no pensar en mi, porque es ridículo fantasear sobre alguien que has visto apenas dos veces" (I.Coixet, "Mi vida sin mi")
a veces necesitamos explotar un poco, tener ciertas tormentas y alguna que otra ostia para apreciar mejor el futuro... ánimo compañero, te echaba de menos!
ResponderEliminarEl problema, más bien, es que algunos sólo sabemos navegar entre tormentas. Y eso no es bueno, o no debería serlo. No, no, no...
ResponderEliminargracias, he vuelto. O eso creo.