16 jun 2010

Catarsis técnica (II)

Lo primero que acude a la mente tras escuchar las palabras "disco duro quemado" es la imagen perturbadora de las fotos y recuerdos de todo un año, uno muy especial, reducidas a cenizas. Lo segundo es el pensamiento de que las máquinas que creamos para facilitarnos la vida se han vuelto definitivamente contra nosotros. Y lo más preocupante, son más listas y están mejor organizadas, como era de esperar. Después llegan la autocompasión y la rabia. Y, por último, la aceptación de que este tipo de catarsis nos liberan, de alguna manera y aunque sea un poco, de ese síndrome de Diogenes emocional que los tipos como yo arrastramos por ahí. Porque decía Galeano, y si lo dice él me lo creo, que "la memoria guardará lo que valga la pena, la memoria sabe de mi más que yo y ella no pierde lo que merece ser salvado". Pues eso.

13 jun 2010

Catarsis técnica

Una calurosa tarde de verano en un punto indeterminado de los EE.UU, los que mandan en la cosa de la informática y las nuevas tecnologías, por entonces no tan nuevas ni tan tecnológicas, celebraron un cónclave. El objetivo era encontrar un símbolo común para transmitir a los usuarios un sentimiento de respeto y temor al mismo tiempo que los mantuviera a raya. Inspirados en las religiones, que en esto de acojonar al personal siempre han estado un paso por delante, eso hay que reconocérselo, los señores ejecutivos deliberaron durante horas. Un elefante anaranjado y un triángulo verde fueron descartados por distintos motivos, aunque igualmente contundentes. Finalmente el elemento elegido fue una pantalla azul con un código alfanumérico sin ninguna lógica aparente a ojos del común de los mortales. Aunque al principio fue tildada de snob, la pantallita azul ha ido abriéndose paso en el imaginario colectivo hasta conseguir su efecto deseado, el de provocar el pánico entre aquellos que, como yo, se sienten indefensos y vulnerables ante cualquier imprevisto informático. El éxito alcanzado fue tal que, en lo sucesivo, aquel simple pero efectivo símbolo sirvió para recordarnos además lo imperfecto de nuestra naturaleza, nuestra innegable tendencia a repetir viejos errores y nuestra incapacidad manifiesta para retener en nuestros maltratados cerebros tres sencillas pero proféticas palabras: copia de seguridad.
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Oysterboy está dolido, herido en su amor propio y planeando pasarse a la máquina de escribir a la de ya. Porque ojalá todo en esta vida se arreglase con un formateo.

6 jun 2010

24-25 (Agreement for a spotless mind)


He llegado a un pacto tácito conmigo mismo por el cual, cada año que cumplo, adquiero una nueva habilidad y olvido a cambio un par de cosas que ya sabía. Este año, en un arranque de entusiasmo impropio de mi, he pedido el don (nunca suficientemente ponderado) de superar la mediocridad en lo que digo y, sobre todo, en lo que escribo. El golpe ha llegado al recordar la letra pequeña del contrato, siempre la hay, en la que se me insta amablemente a no pedir imposibles, en vista de lo cual me he visto obligado a solicitar que, al menos, la citada mediocridad deje de pesarme como una losa al levantarme cada mañana.
Por lo que respecta a la segunda parte del pacto, la efectividad es tal que apenas logro recordar lo que se quedó por el camino. Sospecho, sin embargo, que es mucho mejor así.